Encuentro en el claro secreto(priv Armand)

Kirakishou amaba ser la reina de corazones. No tanto por el poder y los privilegios que este le traía(aunque no podía negar que eso era un incentivo de lo mas maravilloso), sino que simplemente amaba el llamarse a si misma "reina", tener ese palacio que le pertenecía, y los jardines... que le parecían mil veces mas hermosos que aquellos que estaban en el pueblo y de los que todos podían disfrutar. Claro, que el de palacio era de libre entrada para los nobles y algún que otro rebelde que tratara de matarla, pero al menos era poco concurrido en comparación al del pueblo y le permitía tener algo de tiempo a solas. En una de esas tardes, paseando y haciendo caricias a las plantas carnívoras que correspondían con docilidad, encontró un claro oculto en el jardín, con una entrada llena de rosas espinosas a las que aparto con un movimiento de sus manos, y de la rosa de su cuenca para encontrar un lugar hermoso, secreto... totalmente privado con un hermoso estanque en su interior, y se sentía tan segura, tan a salvo que se acurruco en el suelo, y tomo una siesta, de la que despertó con una gran sonrisa en el rostro.

Desde el primer momento en que vio el claro secreto en su jardín, pensó en guardarlo únicamente para si misma, para poder tener un lugar privado, donde nadie la molestase, pero muy dentro de su corazón sabia que eso no era cierto. Porque no quería tener ese lugar tan perfecto solo para ella, sino compartirlo con alguien muy especial, a quien había querido desde su mas tierna infancia, aquel que aun la acompañaba y que aun estaba a su lado siempre, cuidandole, dándole su amor, y haciéndola sentir querida, apreciada cuando tantos la odiaban: Su querido Armand... nadie mejor que el para estar con ella, para que ese sitio pasara de ser un lugar privado, a su "lugar especial", el lugar de los dos, para reunirse, para jugar juntos, estar juntos... y se animo, de tal manea, que salio de allí, y busco en su habitación un papel, tinta y una pluma, en la que escribió una nota pidiéndole a Armand encontrarse en el lugar y dibujandole un mapa de como llegar, antes de mandarlo con un sirviente al lugar donde la guardia real tenia sus entrenamientos y luego volver al claro, abrazándose a sus piernas, y metiendo los pies en el estanque, balanceándolos y canturreando mientras esperaba.